Mira
¿Cuál es el tiempo del hombre? ¿La mística de la velocidad a la que éramos adictos hasta que un virus, una caja de proteínas con un puñado de genes adentro, nos detuvo en el aire?
¿El imperativo de la velocidad? ¿El ansia de eficiencia? No. El ritmo correcto es lo que se necesita para hacer las cosas bien.
Luis Sepúlveda, llevado por Covid-19, había escrito una fábula en 2013, cuyo título ya lo explicaba todo a los jóvenes lectores: Historia de un caracol que descubrió la importancia de la lentitud. Sigue disfrutando de los momentos de la vida, reflexionando, escuchando.
Aún tendremos que vivir con la pandemia, pero un regalo para cualquiera de nosotros puede haberlo hecho con su desaceleración forzada: prometo, al menos de vez en cuando, ceder ante el lento tiempo, que fue entonces el tiempo de la humanidad durante miles de años.
En su novela-ensayo La lentitud, Milan Kundera escribe que "en nuestro mundo la ociosidad se ha convertido en inactividad, que es otra cosa muy distinta: los inactivos se frustran, se aburren, buscan constantemente el movimiento que les falta ».
Cicerón elogió otro tipo de ociosidad, el otium cum dignitate, un espacio para dedicar a la lectura y al pensamiento, en contraposición a la negociación, los asuntos públicos.
Sería ingenuo dar la espalda a la época en la que vivimos, pero quizás podamos, navegando por el río del presente, detener la mirada y recuperar las secuencias ancestrales.
Aquí hay diez ejemplos, asociados con el bienestar en estudios científicos.
Eliana Liotta es periodista, escritora y escritora científica.
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