Dolor crónico, resonancias y otros misterios

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Hice las paces con la resonancia magnética, con o sin líquido de contraste: pude recitar de memoria el consentimiento informado, impasible ante las amenazas, y agradecer el progreso que nos ha dado máquinas más abiertas y menos infernales.

La incomodidad permanece: ruidos misteriosos e inquietantes, el ruido de fondo de la fase de aclarado de la lavadora, luego una alternancia de pitidos de alarma espacial, de repente un martillo neumático, una ametralladora de impulsos sonoros, una pausa que da esperanza , pero no, silencio, un momento de duda y el cuerpo reanuda su avance inexorable sobre la cinta transportadora, disecado y bombardeado por quién sabe qué entidades.

Medidas de pánico: tararear, meditar, recitar un poema de memoria, om, calcular, rezar. Inmobiliaria, de lo contrario empezamos una y otra vez. De vez en cuando investigando, examinando, analizando, consultando y luego probando tratamientos, probando otros, cambiando a otros alternativos, para dolores, esguinces y tensiones que brotan como hongos, surge una duda.

Algo no cuadra

Para los que empezaron a hacer deporte en la primaria, en la secundaria ya estaban en las filas de un equipo de algo, en la secundaria continuaron con su deporte favorito, en la universidad ya no tenían ganas pero cuando empezaron a trabajar se dieron cuenta de que un gimnasio frente a la oficina no era mala idea; por lo tanto, experimentó con entrenamientos en grupo, cross fit, step, spinning, y luego se fue moviendo gradualmente hacia pilates, yoga, tai chi; comenzó a controlar su dieta en la boa degli anta, y luego a aplicar reglas estrictas, caminar treinta minutos y tomar al menos cinco porciones de frutas y verduras al día, dormir ocho horas con ritmos regulares, elegir las escaleras y no el ascensor, no a muchas cosas agradables y apetecibles, en fin, algo no me cuadra.

¿Cómo y por qué nos hemos convertido en la presa más codiciada de fisiatras, fisioterapeutas, osteópatas y acupunturistas? Meniscos que no aguantan, hombros doloridos, hormigueo en los brazos, cuellos rebeldes, espaldas con discos que hacen lo suyo: es el clima que se hace sentir, el clima que no respeta las reglas, las presiones que cambian demasiado rápido para nuestro cartílago? ¿O el que por nacimiento reclama su promesa, indignado por nuestros inútiles intentos de mantenerlo a raya?

¿Hay algún plan de pasaje astral, un Saturno contra huesos y articulaciones? ¿Son las horas pasadas frente a la pantalla de la computadora, inmóviles, concentrados, siempre en malas posturas? ¿O deporte sin calentamiento, sin preparación, sin estiramientos, caídas, lágrimas, inconsciencia? ¿Te estás quedando sin tiempo, siempre pensando en ello a los veinte años?

Porque algo imprevisto debe haber trastornado nuestros estrictos programas de prevención. Mi mamá y mi papá, hijos de la guerra, el hambre y muchas otras tribulaciones, han pasado la marca de los noventa con más dignidad y menos magulladuras. ¿O somos hijos del bienestar simplemente más frágiles, hipocondríacos y quejumbrosos?

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