Tiempo: cómo aprender a tener más y dejar de obsesionarse con él – iO Donna

El tiempo nunca es suficiente. Buzones desbordados, montones de ropa por planchar, vacaciones por reservar: todos viven con el espectro de todas las asignaturas pendientes. Y se encuentra compilando listas y haciendo planes para optimizar su tiempo. Sin embargo, terminamos olvidando el quid de la cuestión: ¿cómo pasar mejor el día?

Tiempo: un libro para aprender a gestionarlo

La gestión del tiempo está en el centro de los pensamientos de todos. Intenta idear estratagemas para aprovecharlo al máximo. Pero, ¿estamos seguros de que maximizar nuestra productividad, construir la rutina diaria perfecta, cumplir con todas las citas es el camino que conduce a una existencia plena y significativa? Oliver Burkeman, columnista de The Guardian y autor de bestsellers, es el autor de "¿Cómo tengo más tiempo?" (Vallardi).En su manual promete liberar a las personas de la obsesión de "tener que hacerlo todo" . Una invitación práctica pero profunda a abrazar los propios límites y dejar ir la ilusión del control total, reconociendo la alegría y la importancia oculta en cada pequeña elección que se hace.

La ilusión de poder hacerlo todo

Burkeman, después de intentar por todos los medios aumentar su eficiencia para ganar tiempo, terminó chocando con una verdad ineludible: si el tiempo parece una cinta transportadora imparable, volverse más productivo significa aumentar la velocidad de la cinta, aumentar el desánimo ante las siempre nuevas listas de tareas pendientes. Entonces tomó conciencia: el problema no está en la finitud del tiempo, sino en la obsesión por tenerlo todo bajo control, en la ilusión de que es posible hacerlo todo y más aún en un tiempo finito, postergando indefinidamente el momento. en el que podremos disfrutar de la vida.

Aprende a procrastinar

«El problema no es que nuestro tiempo sea limitado, es que, sin saberlo, hemos heredado un conjunto de ideas problemáticas sobre cómo aprovecharlo al máximo, sobre las que nos sentimos obligados a actuar y que solo harán la situación peor». Ante esta condición, «la buena procrastinadora acepta que no puede con todo, entonces decide de la manera más sensata posible en qué concentrarse y qué descuidar. El mal procrastinador, en cambio, se encuentra paralizado precisamente porque no puede soportar la idea de enfrentarse a sus limitaciones. Los límites que tratamos de evitar con este comportamiento auto agresivo muchas veces no tienen nada que ver con cuánto seremos capaces de hacer en el tiempo disponible; suelen estar relacionados con inquietudes sobre nuestro talento, la respuesta de otras personas o el hecho de que las cosas no salgan según lo planeado», prosigue el autor.

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