Los extraordinarios beneficios de la música (también) en la época del coronavirus

Salud y PsicologíaEspecial #iorestoacasa

De un balcón a otro, los italianos se pasan abrazos de notas. Cantan, en los días suspendidos del coronavirus, y mueven el mundo. Me viene a la mente la frase del psicólogo William James: «No cantas porque eres feliz; somos felices porque cantamos ». La alegría de una canción en voz alta.

El país donde nació el melodrama inventó la música urbana de las vistas, conmovedor como las arias de Puccini. Guitarra asomando por una ventana esperando algún "azul, la tarde es demasiado azul" en el otro extremo del camino, una trompeta que ataca el himno de Mameli y los hermanos italianos que lo siguen, de casa en casa.

Cantar es un consuelo. Confina la tristeza en un rincón, al menos por un tiempo. La bioquímica intenta explicarlo con una combinación de compuestos que se producen en el cerebro cuando se despliega la voz: endorfinas y dopamina, moléculas que inundan de bienestar y anestesian el dolor.

Los beneficios de cantar juntos

Los estudios no enfatizan una diferencia entre los beneficios de tocar el coro de la Novena Sinfonía de Beethoven o Bella ciao, entre música culta y popular. Los efectos, sin embargo, son tan masivos que pueden medirse.

Un estudio británico realizado por British Tenovus Cancer Care, publicado en la revista ECancer, mostró que cantar en grupo durante una hora reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés.

A la satisfacción de tocar una canción se suma la forma en que se hace: la modulación de la respiración. Las vibraciones llenan el cuerpo, el aire emerge del diafragma y se transforma en cortinas de sonidos. Mejor si con compromiso, con inspiraciones y exhalaciones regulares.

¿Por qué vienen los escalofríos?

Como escribió Nietzsche, cuando escuchamos música, "escuchamos con todos nuestros músculos". Los dedos de los pies quieren tamborilear, el pie de golpear.

Mientras tanto, el cerebro se ilumina como un árbol de Navidad. Sus partes antiguas y neo-corteza están iluminadas, de modo que una composición pueda tocar profundamente y al mismo tiempo despertar nuestro aprecio por su estructura formal.

Las Variaciones Goldberg de Bach, por decirlo así, requieren atención a la arquitectura de los materiales temáticos, pero incluso aquellos que no son expertos en música clásica podrán captar su belleza inefable.

Cada uso es muy personal y abre la caja de los recuerdos, ese majestuoso archivo que está en el hipocampo. Escuchar la melodía que bailamos de niños nos trae un recuerdo, es un salto en el corazón.

En experimentos, se ve claramente que las piezas favoritas tienen el poder de involucrar las áreas cerebrales de las emociones, como la amígdala. Y el sistema nervioso autónomo responde: los latidos del corazón varían, el ritmo de la respiración cambia, llegan los escalofríos.

Los sonidos antes de la palabra

El hecho es, para nuestra especie, la música es tan esencial como el lenguaje. De hecho, habría venido antes que la capacidad de verbalizar.

Según Darwin, los homínidos "hicieron todo lo posible para fascinarse unos a otros con las notas y el ritmo", por lo que la armonía de los sonidos está "estrechamente ligada a las emociones más fuertes que un ser humano es capaz de sentir".

En estudios de neuroimagen, que documentan lo que sucede en el cerebro, se ha observado que una melodía puede activar sistemas primarios de gratificación, como la comida o el sexo.

Las canciones favoritas, ya sea un vals de Chopin o una canción de San Remo, estimulan la corteza auditiva y desde aquí llegan a los centros del placer.

Por todas las melodías que amamos, hay una expectativa que se cumplirá desde la llegada de ese acuerdo, de esa modulación.

Lo que asombró a los científicos fue el descubrimiento de que señales abstractas, como los universos de sonido, podían provocar la liberación de una sustancia química.

Esto fue demostrado por primera vez, en 2011, por un estudio publicado en Nature Neuroscience: cuando la música alcanza su clímax emocional, se produce dopamina en la cabeza.

Es el juego de esperar y responder: deseamos algo y, en cuanto llega, nos damos por satisfechos.

Conocido como analgésico

No es casualidad que la musicoterapia haya entrado en los hospitales. Resulta un ayuda al tratamiento de los pacientes de Alzheimer y Parkinson, para aquellos que han sufrido un derrame cerebral. Una revisión de varios estudios, publicados en 2015 en The Lancet, concluyó que la música, se usa antes o después de la cirugía, alivia el dolor postoperatorio y reduce el uso de analgésicos.

El poder de la canción de cuna

La música tiene un poder enorme desde que llegamos al mundo. Escuchar a Mozart o canciones con un ritmo que recuerda los ruidos apagados dentro del útero ayuda a los bebés prematuros a dormir y comer.

Y la canción de cuna, ya sabes, calma a todos los niños. Un estudio canadiense demostró que el canto de la madre calma el llanto por el doble de tiempo que lo que pasa solo con palabras. El pequeño cierra los ojos, se aferra a la última nota, abraza la noche.

Eliana Liotta, periodista, escritora y divulgadora científica, dirige la columna "Il bene che mi piace".

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