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Somos nosotros y ellos. Nosotros y los microbios nos dispersamos por todo el cuerpo, por un peso total de más de un kilo, o billones y billones de invitados. Bacterias, hongos, protozoos, virus.
Pero la comunidad en general está acurrucada en ese tubo intorcinado que es nuestro intestino, involucrado en parte en ayudarnos a la digestión, en parte en la fábrica de vitaminas y enzimas y también en el entrenamiento de las defensas inmunológicas.
La microbiota entérica, la antigua flora intestinal, funciona según la misma lógica que los ecosistemas: Cuanta más biodiversidad, es decir, la variedad de cepas, mejores son los microorganismos y, en consecuencia, nosotros.
Comer alimentos ricos en fibra es lo primero, porque son los residuos alimentarios favoritos de las bacterias beneficiosas. Pero hay una pequeña ayuda que se puede agregar: alimentos fermentados.
El psiquiatra y nutricionista Stefano Erzegovesi, jefe del San Raffaele de Milán, sugiere su consumo para toda la familia, incluso a diario, en su último libro, La dieta de la mente feliz (Vallardi). Un manual lleno de trucos y consejos útiles en la cocina.
Eliana Liotta es periodista, escritora y escritora científica.
La columna está inspirada en el nuevo libro. La dieta de la mente feliz por Stefano Erzegovesi, director del Centro de Trastornos de la Alimentación del hospital San Raffaele de Milán.
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