En casa con el Covid. Después de evitarlo durante mucho tiempo, recurriendo a todo tipo de precauciones, también me enamoré de él.
Me lo tomé de vacaciones, cuando mis defensas, para poder disfrutar plenamente del descanso, bajaron por una vez, reduciéndome todavía a la guarnición de la máscara en los lugares más concurridos.
Quedarse en casa con Covid es muy diferente a quedarse allí para evitarlo, como hicimos durante los confinamientos.
Trivial, dices. Pero no hablo del hecho objetivo de que la conciencia de estar enfermo hace más aceptable el encierro que aislarse para evitar la simple posibilidad de contagiarse.
Me refiero más bien a la sensación de ser el peligro, después de haber sido quienes lo combatieron durante mucho tiempo, evitándolo.
Cuando lo piensas, es una inversión fundamental de roles desde un punto de vista psicológico. Una cosa es jugar a la defensa contra el mal, y otra cosa es ser parte involuntaria de su escuadrón de ataque.
Sentirse sutilmente reclutado por una fuerza maligna que sistemáticamente busca, a través de nosotros, lograr el propósito de aniquilarnos, o al menos debilitarnos, obteniendo así la propia supervivencia, es algo que entra en conflicto con la visión de nosotros mismos. De nosotros como seres humanos, dotados de la capacidad de discernir y elegir libremente entre el bien y el mal.
Así, la elección de algunos pacientes asintomáticos de no aislarse es libre, consciente (y temeraria), dejando que el virus siga su curso y adhiriéndose voluntariamente a su llamado a las armas.
Pero si el Covid no tiene elección, siendo una máquina de guerra programada para matarnos, más grave aún es la actitud de aquellos que, pudiendo escapar en cambio, siguen deliberadamente sus órdenes.
Y si la muy común justificación de "tener que trabajar" puede sonar mínimamente aceptable, cuando no existe la cobertura legal de la enfermedad, la excusa de aburrirse solo en casa suena insultante. Sin embargo, lo escuché con mis propios oídos.
No, el Covid no nos ha hecho mejores, pero tampoco nos ha hecho peores. Simplemente nos puso frente a nosotros mismos por lo que somos: personas libres para elegir entre el bien y el mal.
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